Las encuestas a pie de urna el 26J
parecían confirmar los pronósticos de los días anteriores, las sonrisas de una
parte que apostaba por el cambio contrastaba con el semblante tenso de la otra.
Sin embargo, según avanzaba el recuento se paso del sorpasso a la sorpresa, y
con la misma rapidez la alegría se mudaba de barrio.
Era difícil imaginar que el Partido
Popular, el partido de los recortes y el austericidio, de la corrupción y las
privatizaciones, el del desempleo y la ley mordaza entre otras muchas
aberraciones, ganase las elecciones, con 137 escaños, 14 más que en el 20 de
Diciembre. Cierto es que en buena parte a causa de recuperar el voto prestado a
Ciudadanos hace seis meses, de marcar en corto a su electorado fiel para ir a
votar y a agitar con maestría la bandera del miedo. Pero la perdida de tres
millones de votos del 2008 a esta parte parece indicar que el PP ha ganado por
incomparecencia del rival.
El PSOE más preocupado en mirar el
retrovisor que hacia delante, se ha conformado con seguir siendo la segunda
fuerza más votada, aunque eso suponga haber obtenido el peor resultado de su
historia, haber perdido uno de cada dos votos desde ZP, y no haber ganado en ninguna
Comunidad Autónoma. Sin embargo parece que dan por buenos los resultados, lo
que puede ser un síntoma de que seguirá bajando.
Por su parte Unidos Podemos no ha
cumplido con las expectativas, quizás demasiado elevadas para una fuerza con
apenas dos años de vida, quizás no se calculo que en política dos más dos no
tienen porque ser cuatro y mucho menos cinco. Quizás la confluencia se percibió
más como una cuestión de sexo que de amor. No obstante un suelo del 21% de los
votos y 71 escaños es un buen colchón para seguir acumulando fuerzas para ganar
este país para la gente, también para implicar a esa parte de la población que
se queda mirando mientras la están robando. Consolidar organización y dar la
batalla por la hegemonía de las ideas es el camino.
jmzapico@asturias.ccoo.es